LOS
INVENTOS SOCIALES Y EL NUEVO DeRECHO AL REALOJO
Llevo
un tiempo trabajando en una nueva entrega del Blog. Me ha cundido. Van a ser
tres entregas seguidas y sobre un tema que ya toqué en noviembre pasado: los
desahucios.
He
seguido dándole vueltas. Hay que inventar algo ante la sangría que significa la
pérdida de la posesión de la vivienda habitual por parte de un número creciente
de familias. Se convierte de hecho en un “nuevo”
problema social, que sin embargo la legislación aplicable no tiene siquiera
en cuenta, en tanto problema específico. Hay que superar ese lastre inventando
algo que, en primer lugar, ha de contemplar qué derecho habríamos de proteger
que permitiera intervenir parando o, al menos posponiendo, los desahucios o
lanzamientos, en términos judiciales, de propietarios en su vivienda habitual.
Ese
derecho podría ser el derecho de realojo,
al menos provisional, respondiendo en todo caso al derecho constitucional a una
vivienda digna, algo que sin embargo ni se reconocía, ni era siquiera planteable,
cuando la legislación hipotecaria, aun hoy aplicada, fue concebida en 1869, ni
tampoco en su revisión, de 1946.
Empiezo
por el primer encuadre y tema que da nombre a esta saga: los inventos sociales.
I .Los inventos sociales,
II. El “nuevo” problema social de la pérdida de la vivienda habitual, en el
marco del viejo sistema hipotecario y
III. Hacia un invento social: algunas propuestas concretas
I.
LOS INVENTOS SOCIALES
Hace unas semanas di una charla en Barcelona. Entre
otras cosas hablé de los “inventos sociales”. Máxime ahora,
resulta un concepto especialmente atractivo, útil
para la transformación social. Aunque el concepto no está aun acuñado, yo definiría los inventos sociales como ideas
que pueden convertirse, por su potencial alcance y su
capacidad de plasmación institucional, en avances significativos en la
protección social o, en términos aún más amplios, en el bienestar de las
grandes mayorías. Eso que sin embargo, desde
posiciones actuales, tan mediatizadas por la crisis, como tal o como
pretexto, se tiende de hecho a poner en cuestión, cuando no a demonizar, en
tanto causante (culpable)del ahora considerado “excesivo” gasto social. Ahora
más que nunca se requieren inventos
sociales.
Nadie
pone en duda la incidencia de los avances científicos o de los inventos
tecnológicos. Sin embargo, se olvida con frecuencia la trascendental
importancia de aquellas instituciones sociales, que en su día resultaron
absolutamente innovadoras, criticadas y denostadas en muchas ocasiones , a las que nos hemos acostumbrado sin darnos
cuenta hasta que punto nos han cambiado la vida.
Hubo que inventar los
Derechos Humanos
No olvidemos que, aunque hoy se reconozca su
“existencia”, incluso como obviedad, hubo también que “inventar” lo que pueda
considerarse la madre de todos los inventos sociales: los derechos humanos.
En
la conferencia de Barcelona cité el libro, al que me he referido aquí en otras
ocasiones, de la profesora californiana Lynn Hunt: “La invención de los
derechos humanos”.
Algunos grandes inventos
sociales
Pensemos ahora,
por ejemplo, en
instituciones que todos aceptamos como si hubieran existido siempre,
la Cruz Roja, la educación obligatoria o la Seguridad
Social.
Aunque ahora nos parezca que nadie se
atrevería a cuestionarlas, sus
procesos de creación fueron difíciles y
sus inventores tildados de
utópicos.
Conviene
releer la historia de los procesos de implementación. Henry Dunant, el inventor de la Cruz Roja,
fue quizás quien creó el concepto
de la acción humanitaria civil.
Henry Dunant era un hombre de negocios,
por cierto, parece que con bastante mala fortuna, que por pura
casualidad contempló el horror de la batalla de Solferino en el año 1880, entre el ejército austriaco y el
ejército de Napoleón en alianza con los ejércitos italianos. Tres años después
fue capaz de escribir un pequeño libro
que causó una extraordinaria conmoción. Quizás fue porque se trató del primer reportaje del horror de las guerras en un momento en el
que se las exaltaba como gloriosas. En
ese libro,” Recuerdos de Solferino”, cuyo facsímil se encuentra en la red,
(en inglés y en francés
y solo el texto en castellano) Henri Dunant propuso con nitidez y
claridad la creación de lo que hoy es
la Cruz Roja.
La educación
obligatoria a cargo del Estado
No estoy
muy segura de
quien pudo ser la primera persona
que consideró que la educación debería ser obligatoria para todos y que
el Estado tenia, pues, que facilitarla.
Es posible que en esto, como en
tantos otros inventos, científicos o
sociales, no haya habido un protagonista
individual sino muchos y anónimos. Pero
en todo caso sí parece que hay acuerdo sobre
que quien fue trascendental para la consolidación de este gran invento
social fue Juan Amos Comenius.
La verdad es que hasta hace 4 años yo no tenía ni idea
de quien era Juan Amos Comenius. Habitualmente
suelo emplear la última semana
del mes de agosto para hacer
un viaje en bicicleta. Vamos
un grupo de amigos. En el 2.010
estuvimos por el norte de Holanda. Llegamos a Naarden bastante cansados
(tuvimos mucho viento en contra) y de
pronto en un recodo de un cruce, en una placita, nos encontramos una estatua
de Juan Amos Comenius.
Juan Amos Comenius murió precisamente allí, en el
pueblecito de Naarden, donde hay un
delicioso pequeño museo dedicado a su
memoria. Emociona leer su forma de concebir la educación y desespera el saber que, como tantos otros
inventores de beneficios para la humanidad,
tuvieron que verse, y muy seriamente, con la Inquisición.
El
gran pedagogo Jean Piaget dijo de él:
«La actualidad más sorprendente de Comenius
radica en haber asentado los fundamentos de la educación para todos los hombres
y para todos los pueblos. Al escribir su Didáctica Magna, contribuyó a crear
una ciencia de la educación y una técnica de la enseñanza, como disciplinas
autónomas. Es en definitiva uno de esos autores a los que no es necesario
corregir para modernizarlos. Basta solamente con traducirlos.»
En España,
fue la reacción española,
liderada por la Iglesia Católica,
quien más se opuso a la educación obligatoria.
La ley de 1909 extendió
hasta los 12 años la educación
obligatoria, que ya había
sido reconocida por ley
en 1857.
El manual de
Derecho Administrativo del jesuita Padre José Nemesio Guenechea, de la Universidad de Deusto de Bilbao,
editado en 1915, en su lección 48, que
trata de la enseñanza obligatoria y
libre, arremete contra la
entonces reciente ley de 1909. Avergüenza leerlo. Dice : ”El
estado no puede imponer la enseñanza obligatoria porque la instrucción es un bien privado ......creemos que los hijos no tienen derecho estricto a la instrucción primaria,
porque ese derecho lo tienen sólo para las cosas rigurosamente necesarias, ya para la vida
humana ya para la consecución del fin último. Para ambos fines no se precisa saber leer y escribir y
contar”. Más adelante continua,”…… más aún a despecho de los panegiristas de la
enseñanza obligatoria estamos íntimamente convencidos, y no somos los únicos,
de que ella es más bien perjudicial y
altamente dañosa si, cómo está en
boga, se reduce a leer y escribir y contar nada más. Porque si, al mismo tiempo, no se impone la educación religiosa
y moral obligatoria, verbigracia el
aprendizaje del catecismo, se facilita extraordinariamente la lectura de los
malos periódicos y revistas que todo lo
apestan y envenenan y que, según dice hermosamente el Sr. Cuesta, vician el
sentimiento y estropean la inteligencia de la gente sencilla.”
En el año
1915, fecha de este Tratado de Derecho Administrativo con el que se formaron
sin duda muchas generaciones de juristas, el nivel del analfabetismo en España
era enorme. Afortunadamente hoy se ha superado. Menos mal que la reacción no se
salió con la suya.
No obstante,
hoy, un siglo después, parece
que en lugares tan emblemáticos
como EEUU, quisieran darse pasos atrás.
Uno de los candidatos a la nominación del Partido Republicano, igualmente
enraizado en los valores religiosos de la Iglesia Católica como base de la política, Mr. Santorum, esgrimía en su
campaña que las escuelas públicas eran
“contaminantes” y focos de adoctrinamiento social y que los padres deberían poder, entonces,
educar a sus hijos en casa.
Aparte de la intrínseca dificultad, por su carestía,
de ejercer esa supuesta "libertad” de los padres, lo que contradice es precisamente, la condición
social de la educación obligatoria. El derecho pero también el deber de
aprender a convivir juntos, precisamente a socializarnos.
Cuando me refería antes a los grandes inventos
sociales decía también, porque parece obvio, que ya nadie se atrevería a
ponerlos en cuestión.
No iba a haber dicho nada de la Seguridad Social.
Parecía el más incuestionable de los inventos. Hace unos días, sin embargo ,ha
sido nominado para vicepresidente en la candidatura del Partido Republicano,
Mr. Ryan, un furibundo defensor de privatizar la Seguridad Social, que
significa por definición su eliminación. Parece que , al menos durante la
campaña electoral, tendrá que reducir sus ínfulas liquidacionistas, pero bien
quedará pendiente su propósito para el caso de ganar las elecciones. La
revolución conservadora no gusta de los inventos sociales.
Ante la crisis,
nuevos inventos sociales
Los inventos sociales mejoraron el mundo. No cabe
duda. En estos momentos tan difíciles ¿no deberíamos reflexionar sobre qué
podemos idear o innovar para evitar lo que estamos viviendo? En concreto, ¿no
deberíamos reflexionar, entre otras cosas, sobre la exclusión social que significa
la pérdida de la vivienda habitual de quienes
viven los desahucios, cuyo aumento
confirman diariamente los medios de comunicación?
¿Podríamos
intentar construir un verdadero derecho social al realojo a la vivienda
habitual?
1 comentario:
Ojalá que sí. Hay además un deber del Estado Social que podría atenderse de ese modo: el derecho a la dignidad de las personas. Y un derecho constitucional: el derecho a una vivienda digna. Es un reto que podría aceptarse, porque su coste, mínimo en comparación con otros rescates millonarios, garantizaría la dignidad de muchas familias.
Besos
Edmundo Rodríguez Achútegui
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