26 de agosto de 2012


LOS INVENTOS SOCIALES Y EL NUEVO DeRECHO AL REALOJO

 

Llevo un tiempo trabajando en una nueva entrega del Blog. Me ha cundido. Van a ser tres entregas seguidas y sobre un tema que ya toqué en noviembre pasado: los desahucios.

 

He seguido dándole vueltas. Hay que inventar algo ante la sangría que significa la pérdida de la posesión de la vivienda habitual por parte de un número creciente de familias. Se convierte de hecho en un “nuevo” problema social, que sin embargo la legislación aplicable no tiene siquiera en cuenta, en tanto problema específico. Hay que superar ese lastre inventando algo que, en primer lugar, ha de contemplar qué derecho habríamos de proteger que permitiera intervenir parando o, al menos posponiendo, los desahucios o lanzamientos, en términos judiciales, de propietarios en su vivienda habitual.

 

Ese derecho podría ser el derecho de realojo, al menos provisional, respondiendo en todo caso al derecho constitucional a una vivienda digna, algo que sin embargo ni se reconocía, ni era siquiera planteable, cuando la legislación hipotecaria, aun hoy aplicada, fue concebida en 1869, ni tampoco en su revisión, de 1946.

 

Empiezo por el primer encuadre y tema que da nombre a esta saga: los inventos sociales.

 

I .Los inventos sociales, II. El “nuevo” problema social de la pérdida de la vivienda habitual, en el marco del viejo sistema hipotecario y    III. Hacia un invento social: algunas propuestas concretas

 

 

 

I.     LOS INVENTOS SOCIALES

 

Hace unas semanas di una charla en Barcelona. Entre otras cosas hablé de los “inventos sociales”. Máxime ahora,

resulta un concepto especialmente atractivo, útil para la transformación social. Aunque el concepto no  está aun acuñado, yo  definiría los inventos sociales  como ideas  que pueden convertirse, por su potencial alcance y  su  capacidad de plasmación institucional, en avances significativos en la protección social o, en términos aún más amplios, en el bienestar de las grandes mayorías. Eso que sin embargo, desde  posiciones actuales, tan mediatizadas por la crisis, como tal o como pretexto, se tiende de hecho a poner en cuestión, cuando no a demonizar, en tanto causante (culpable)del ahora considerado “excesivo” gasto social. Ahora más que nunca se requieren  inventos sociales.

Nadie pone en duda la incidencia de los avances científicos o de los inventos tecnológicos. Sin embargo, se olvida con frecuencia la trascendental importancia de aquellas instituciones sociales, que en su día resultaron absolutamente innovadoras, criticadas y denostadas en muchas ocasiones  , a las que nos hemos acostumbrado sin darnos cuenta hasta que punto nos han cambiado la vida.

 

Hubo que inventar los Derechos Humanos

 

No olvidemos que, aunque hoy se reconozca su “existencia”, incluso como obviedad, hubo también que “inventar” lo que pueda considerarse la madre de todos los inventos sociales: los derechos humanos.

 

En la conferencia de Barcelona cité el libro, al que me he referido aquí en otras ocasiones, de la profesora californiana Lynn Hunt: “La invención de los derechos humanos”.

 

Algunos grandes inventos sociales 

Pensemos ahora,  por ejemplo,  en instituciones  que todos  aceptamos como si hubieran existido siempre, la Cruz  Roja,  la educación obligatoria o la Seguridad Social.

Aunque ahora nos parezca  que nadie se  atrevería a cuestionarlas,  sus procesos de  creación fueron difíciles y sus  inventores  tildados de  utópicos.

 

Conviene  releer la historia de los procesos de implementación.  Henry Dunant, el inventor de la Cruz Roja, fue quizás quien  creó  el concepto  de la acción humanitaria civil. Henry   Dunant era un hombre de negocios, por cierto, parece  que  con bastante mala fortuna, que por pura casualidad contempló el horror de la batalla de Solferino en el año  1880, entre el ejército austriaco y el ejército de Napoleón en alianza con los ejércitos italianos. Tres años después fue  capaz de escribir un pequeño libro que causó una extraordinaria conmoción. Quizás fue  porque se trató  del primer reportaje  del horror de las guerras en un momento en el que se las exaltaba como  gloriosas. En ese libro,” Recuerdos de Solferino”, cuyo facsímil se encuentra en la red, (en  inglés y en  francés  y solo el texto en castellano) Henri Dunant propuso con nitidez y claridad  la creación de lo  que hoy es  la Cruz Roja.

 

La educación obligatoria a cargo del Estado

 

No  estoy muy  segura   de  quien pudo ser la primera persona  que consideró que la educación debería ser obligatoria para todos y que el Estado tenia, pues, que facilitarla.   Es posible  que en esto, como en tantos otros inventos, científicos  o sociales, no haya habido  un protagonista individual sino muchos  y anónimos. Pero en todo caso sí parece que hay acuerdo sobre  que quien fue trascendental para la consolidación de este gran invento social fue Juan Amos Comenius.

 

 La verdad  es que hasta hace 4 años yo no tenía ni idea de quien era Juan Amos Comenius. Habitualmente  suelo emplear la última semana  del mes  de agosto para  hacer  un viaje   en bicicleta. Vamos un  grupo de amigos. En el 2.010 estuvimos por el norte de Holanda. Llegamos a Naarden bastante cansados (tuvimos mucho  viento en contra) y de pronto en un recodo de un cruce, en una placita, nos encontramos  una estatua  de Juan Amos Comenius.

Juan Amos Comenius murió precisamente allí, en el pueblecito de  Naarden, donde hay un delicioso  pequeño museo dedicado a su memoria.  Emociona leer  su forma de concebir la educación   y desespera el saber que, como tantos otros inventores de beneficios para la humanidad,   tuvieron que verse, y muy seriamente, con la Inquisición.

 

El gran pedagogo Jean Piaget  dijo de él:

«La actualidad más sorprendente de Comenius radica en haber asentado los fundamentos de la educación para todos los hombres y para todos los pueblos. Al escribir su Didáctica Magna, contribuyó a crear una ciencia de la educación y una técnica de la enseñanza, como disciplinas autónomas. Es en definitiva uno de esos autores a los que no es necesario corregir para modernizarlos. Basta solamente con traducirlos.» 

 

En España,   fue    la reacción española, liderada  por la Iglesia  Católica,   quien más se opuso a la  educación   obligatoria.  La  ley de 1909   extendió  hasta  los 12 años la educación obligatoria,  que ya  había  sido reconocida    por  ley  en  1857.

 

 El manual de Derecho Administrativo del jesuita Padre José Nemesio Guenechea,  de la Universidad de Deusto de Bilbao, editado en 1915, en  su lección 48, que trata de la enseñanza obligatoria  y libre,  arremete   contra la  entonces reciente  ley de 1909.  Avergüenza leerlo. Dice :  El estado no puede imponer la enseñanza obligatoria  porque la instrucción es un bien privado   ......creemos que  los hijos no tienen  derecho estricto a la instrucción primaria, porque ese derecho lo tienen sólo para las cosas  rigurosamente necesarias, ya para la vida humana ya para la consecución del fin último. Para ambos  fines no se precisa saber leer y escribir y contar”. Más adelante continua,”……  más aún a despecho de los panegiristas de la enseñanza obligatoria estamos íntimamente convencidos, y no somos los únicos, de que ella es más bien perjudicial y  altamente dañosa si, cómo está en  boga, se reduce a leer y escribir y contar nada más. Porque si, al mismo   tiempo, no se impone la educación religiosa y moral obligatoria, verbigracia  el aprendizaje del catecismo, se facilita extraordinariamente la lectura de los malos periódicos y revistas que todo  lo apestan y envenenan y que, según dice hermosamente el Sr. Cuesta, vician el sentimiento y estropean la inteligencia de la gente sencilla.”

 

 En el año 1915, fecha de este  Tratado de  Derecho Administrativo con el que se formaron sin duda muchas generaciones de juristas, el nivel del analfabetismo en España era enorme. Afortunadamente hoy se ha superado. Menos mal que la reacción no se salió con la suya.

 

No obstante,  hoy, un siglo después, parece  que  en lugares tan emblemáticos como EEUU, quisieran darse  pasos atrás. Uno de los candidatos a la nominación del Partido Republicano, igualmente enraizado en los valores religiosos de la Iglesia Católica como base  de la política, Mr. Santorum, esgrimía en su campaña que las escuelas  públicas eran “contaminantes” y focos de adoctrinamiento social  y que los padres deberían poder, entonces, educar a sus hijos en casa.

 

Aparte de la intrínseca dificultad, por su carestía, de ejercer esa supuesta "libertad” de los padres, lo que  contradice es precisamente, la condición social de la educación obligatoria. El derecho pero también el deber de aprender a convivir juntos, precisamente a socializarnos.

 

Cuando me refería antes a los grandes inventos sociales decía también, porque parece obvio, que ya nadie se atrevería a ponerlos en cuestión.

 

No iba a haber dicho nada de la Seguridad Social. Parecía el más incuestionable de los inventos. Hace unos días, sin embargo ,ha sido nominado para vicepresidente en la candidatura del Partido Republicano, Mr. Ryan, un furibundo defensor de privatizar la Seguridad Social, que significa por definición su eliminación. Parece que , al menos durante la campaña electoral, tendrá que reducir sus ínfulas liquidacionistas, pero bien quedará pendiente su propósito para el caso de ganar las elecciones. La revolución conservadora no gusta de los inventos sociales.

 

 

 

Ante la crisis, nuevos inventos sociales

 

Los inventos sociales mejoraron el mundo. No cabe duda. En estos momentos tan difíciles ¿no deberíamos reflexionar sobre qué podemos idear o innovar para evitar lo que estamos viviendo? En concreto, ¿no deberíamos reflexionar, entre otras cosas, sobre la exclusión social que significa la pérdida de la vivienda habitual de quienes  viven los desahucios, cuyo aumento  confirman diariamente los medios de comunicación?

¿Podríamos intentar construir un verdadero derecho social al realojo a la vivienda habitual?

 


1 comentario:

Edmundo dijo...

Ojalá que sí. Hay además un deber del Estado Social que podría atenderse de ese modo: el derecho a la dignidad de las personas. Y un derecho constitucional: el derecho a una vivienda digna. Es un reto que podría aceptarse, porque su coste, mínimo en comparación con otros rescates millonarios, garantizaría la dignidad de muchas familias.

Besos

Edmundo Rodríguez Achútegui