Vuelvo.
Ha sido una interrupción larga pero inevitable. Estuve en Guatemala en un
proyecto de Cooperación y después me he dedicado a escribir un libro que se
publicará en breve: “Porque las cosas pueden ser diferentes”. Espero que os
guste, En muchos aspectos, y con mayor extensión, sus grandes bloques podrían
de hecho considerarse entregas especiales del Blog.
La semana
pasada estuve en Toledo. Comisiones Obreras de Castilla la Mancha me dio el
premio “Abogados de Atocha”. El premio había sido establecido hace años
por el Gobierno de Castilla la Mancha.
Sin embargo, al acceder al gobierno el Partido Popular lo dejo de convocar. El Instituto de
Estudios Sociales de Comisiones Obreras, desafiando el incomprensible
partidismo del actual gobierno, decidió volver a convocarlo. Es un premio que pretende
reconocer trayectorias de lucha por las
libertades y por el reconocimiento de los derechos humanos.
Agradecí
muchísimo el premio aunque, como dije
allí (y no lo hice por retórica alguna) seguramente había entre los asistentes
otras personas que lo merecían igualmente o más que yo. En todo caso, fue una
ocasión única para recordar la dramática noche del 23 de Enero de 1977, en que un grupo de fascistas asesinó,
en nuestro despacho de la calle Atocha de Madrid, a cinco compañeros y dejó gravemente heridos a
otros. Aunque entre el público no había demasiada gente joven, sí la suficiente para que mereciera la pena
insistir en que aquel asesinato, que sesgó la vida de aquellos cinco
queridos amigos, fue especialmente terrible por eso. No hay nada
tan dramático como matar a alguien, porque la vida es lo único realmente
esencial que tenemos. Resulta entonces ante todo necesario recordar precisamente a todos y cada uno, Javier, Luis Javier,
Ángel, Serafín y Enrique, que perdieron la vida en ese momento por la mera
decisión de aquellos asesinos, o de quién les mandasen, de apretar los gatillos
de sus armas homicidas. Hay que recordarles pues en vida, en su vida, que
compartieron con nosotros.
Este
asesinato se convirtió en un suceso histórico. A juicio de muchos historiadores contribuyó a
consolidar, por reacción, la Transición a la democracia. Su recuerdo sin
embargo debe valer para resaltar no su muerte, absurda y trágica, sino sobre todo la
vida de todos ellos en lo que significó,
en plena Dictadura, la creación y desarrollo de los despachos laboralistas.
Fueron
muy importantes en sí mismos. Con cierta perspectiva, cabe pensar que su
trascendencia fue mayor. Más allá de otras consideraciones, quizás ya hechas,
los despachos laboralistas mostraron que la innovación cabe en lo jurídico. Cuando
tan necesitados estamos aun hoy de antecedentes conviene resaltarlo. No podemos
aceptar un Derecho, y una forma de
ejercerlo, que limiten o
dificulten el ejercicio de los derechos de las grandes mayorías. Ante ello, los
despachos laboralistas de aquél momento significaron sin duda un referente.
Es
necesario reinventar la justicia y ello implica también reinventar la abogacía.
La creación de los despachos
laboralistas, a mediados de los 60 del
siglo pasado, fue un gr
an invento. Una importante creación de todo aquel grupo
de colegas que, además, éramos tan amigos. Fuimos verdaderos emprendedores
sociales. Así lo creo y lo explico en el libro.
Ahora
vayamos con el tema del día.
En Toledo, y al hilo del premio, me abordó una
periodista. Era muy joven y muy amable. Después de recordarme que, según los
resultados del último barómetro del CIS, el paro y la corrupción son los dos
problemas que más preocupan a los
españoles, me preguntó si era verdad eso
de que a los políticos corruptos finalmente no se les condenaba nunca y que, si finalmente
se les condenaba, no llegaban a entrar en la cárcel.
Traté
de explicar cómo pude que eso no era exactamente así, pero reconozco que,
desgraciadamente, no pude dar a la periodista que me preguntaba la explicación
que me hubiera gustado. Ni sabemos cuántos políticos han sido acusados por delitos de corrupción, ni cuantos fueron de entre aquellos declarados culpables ni a que penas fueron condenados, ni cuántos de
estos han entrado en prisión.
Aunque
parezca realmente incomprensible, somos un país en el que lo público no se evalúa: no se sigue, no se mide y por tanto no se analiza. Y
si esto es así en general más aun
en todo lo que se relaciona con el
mundo del derecho.
Ya he
hablado de esta cuestión en anteriores entregas del Blog. Me refiero al
seguimiento y evaluación del resultado e incidencia de las leyes, de las “Normas”
en general. Reinventar la justicia implica entre otras cosas redactarlas
a partir de análisis de datos reales. Las leyes tienen que ser útiles para los ciudadanos y no hay otra manera de saber si los legisladores aciertan con las leyes que
evaluar su resultado y sus efectos, directos e indirectos, pretendidos o no. Y
esto, ni se hace ni se considera necesario hacerlo, que es aún peor.
En el Parlamento
español no existe ningún gabinete encargado de evaluar las normas que se
elaboran. Ni al gobierno, ni al parlamento les interesa conocer la
observancia de las normas y mucho menos la eficacia de las mismas. Es decir, no interesa a las instituciones
encargadas de legislar el nivel de cumplimiento de las leyes y el efecto que
las mismas produzcan en la sociedad. Así
nos va.
Indigna que se elaboren leyes para remediar, al menos aparentemente, un problema social grave, como es el de la corrupción y que nadie haga análisis ni evaluación de ningún tipo, ni previamente ni tras la promulgación
de la ley.
Esta falta
de interés no solo atañe a los políticos sino también a los
periodistas, quienes parece que
tendrían que estar interesados en saber efectivamente qué es lo que sucede con
todo esto y muy especialmente con los procesos que se abren y de los que ellos
informan, y a veces muy bien y con mucho
detalle, en los que se imputa a determinados políticos delitos de corrupción.
En nuestra sociedad, y en el área de justicia muy especialmente,
tenemos una transparencia cercana al cero y un acceso minado a datos. El Consejo General del Poder Judicial no
ofrezca ninguna base de datos, abierta a los ciudadanos, para que se pudiera
conocer el resultado de los procesos incoados por delitos de corrupción.
¿Cuántos
procedimientos se abrieron por delitos de corrupción, cuantos se sobreseyeron,
cuantos continuaron y, finalmente, cuantas
absoluciones y condenas hubo? ¿
cuales fueron esas condenas? No hay respuesta, ni nadie se ha planteado darla.
Todos
estos datos están efectivamente en las redes judiciales, en los
libros de sentencias y en los programas informáticos de entrada de los asuntos
judiciales. Además, la práctica totalidad
de las sentencias judiciales, por
lo menos de las de las audiencias provinciales y muchas de
los juzgados penales, están listas a ser analizadas. El Consejo, eso sí, los archiva. Los controla un organismo
potencialmente muy interesante, que depende del propio Consejo General del
Poder Judicial. Está en Guipúzcoa y se denomina el CENDOC.
Este
centro, que podría potencialmente facilitar el acceso a esas bases de datos, ni tiene
la tarea de prepararlos
para ello, ni los ofrece de forma genérica al público. Estos se
encauzan a las editoriales, las que se encargan de la comercialización de las
bases de datos de sentencias judiciales.
El
Consejo General del Poder Judicial mantuvo hasta aproximadamente el año 2000 un
acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), que éste rompió a la
vista de la informalidad del Consejo. El INE publica unos datos bastante
completos respecto al número de personas condenadas por sentencias penales.
Pero, como los datos que el INE utiliza
para elaborar esas cifras son los del Registro de Penados del Ministerio de
Justicia, ni se identifica el delito con la necesaria claridad (se emplean para
su clasificación los Títulos del Código Penal) ni tienen vinculación directa con las fechas
que se analizan. La llegada al Registro de las certificaciones de condena
depende de la mayor (o menor) celeridad con la que actúen para dicha remisión
los juzgados y tribunales y no con los periodos temporales a los que se
refieren las estadísticas.
Tampoco
la Dirección General de Instituciones Penitenciarias ofrece datos de las
personas presas condenadas por delitos
de corrupción. Seguramente los habrá, pero los mismos no están en abierto ni
hay forma clara de conseguirlos.
Esa
falta de datos se produce aunque haya ya
muchas leyes contra la corrupción. Parece que el Presidente del Gobierno anuncia otra vez en 2014 nuevos proyectos
legislativos de leyes encaminadas a combatir la corrupción. No, no es sensato
que nuestros políticos empleen su
energía en proponer la confección de nuevas leyes, cuando no tenemos ni idea
del resultado que han producido las que ya están en vigor
No sé
cuántas de las personas que puedan leer estos comentarios sabrán que, el 31
de octubre del 2003, se aprobó en Nueva York
la Convención de la ONU contra la
corrupción
Dos años
después, en16 de septiembre 2005, esa Convención
fue ratificada por España. La
ratificación fue publicada en el BOE en
19 de julio del 2006. Se convertía entonces en legislación española.
Está
bien leerla, aunque su lectura no pueda producir otra cosa que indignación. ¿Cómo
es posible que España, que ratificó aquella Convención, no haya realizado nada
de lo que ésta establece para ponerla en práctica?
Transcribo lo que dice en su
artículo 5:
Artículo 5. Políticas y prácticas de prevención de la corrupción.
1. Cada
Estado Parte, de conformidad con los principios
fundamentales
de su ordenamiento jurídico, formulará
y aplicará o
mantendrá en vigor políticas coordinadas
y eficaces
contra la corrupción, que promuevan la participación
de la sociedad y reflejen los principios del
imperio
de la ley, la debida gestión de los asuntos
públicos y los
bienes públicos, la integridad, la
transparencia y la obligación
de rendir cuentas.
2. Cada Estado Parte procurará establecer y
fomentar
prácticas eficaces encaminadas a prevenir la
corrupción.
3. Cada Estado Parte procurará evaluar
periódicamente
los
instrumentos jurídicos y las medidas administrativas
pertinentes a fin de determinar si son
adecuados.
Pongámonos
un objetivo. Propugnemos que se establezca, en el seno del Parlamento Español,
un Observatorio del cumplimiento de todas las normas que se han ido dictando en
materia de corrupción
4 comentarios:
Muchas gracias por su artículo es muy esclarecedor, la conclusión a la que yo llego es que cuanto más ignorantes somos los ciudadanos mejor se nos manipula. Nos bombardean constantemente con información sin contenido y no hay manera de obtener respuestas claras a preguntas concretas. Nos llega información sobre la justicia: nuevas leyes, nuevos jueces, nuevos magistrados, nuevos fiscales, y reparto de estos cargos por parte de los políticos. Ya sabemos que un porcentaje muy elevado de los políticos es corrupto, ¿qué pasa con los profesionales de la justicia?. Mi opinión es que, en el mismo porcentaje que los políticos están corruptos por acción o por omisión, y cuando la justicia no funciona los ciudadanos estamos totalmente desamparados. El recurrir a la justicia es enterrarse en vida bajo un montón de resoluciones: aclaraciones, providencias, autos, sentencias donde al final la resolución de un juez o magistrado ignorante o corrupto entierra para siempre la verdad objetiva que rodea a lo que está juzgando.
Un ejemplo: hace más de diez años que trato un asunto con la justicia, para mi es evidente que tengo razón (afirmación subjetiva) pero podría no tenerla (una persona cualificada podría analizarlo y llegar a un conclusión objetiva). El problema es que ha pasado por jueces y magistrados que siempre han encontrado una razón para no entrar a analizar el contenido, se lo han quitado de encima por la forma.
Al llegar al Tribunal Constitucional con dos recursos de amparo por el mismo asunto, el primero no ha sido admitido por haberse presentado fuera de plazo, el segundo por no haber agotado todos los medios de impugnación dentro de la vía judicial. Cuando hemos pedido aclaración sobre el computo del plazo y sobre los medios de impugnación (desconocidos para nosotros) que no hemos agotado, la respuesta es que no ha lugar a contestar. El Tribunal Constitucional que vela por nuestros derechos más elementales nos niega el derecho a la tutela, resuelve sin motivar ni razonar.
Se nos ha acabado la justica sin que ningún juez o magistrado se haya interesado por el asunto que nos llevó a pedir justicia ante ellos, ninguno ha querido juzgar. ¿Hay mayor corrupción?. Esta corrupción por omisión, pasiva y silenciosa, se extiende como una tela de araña por todo el sistema desde los juzgados de primera instancia al Tribunal Constitucional, y permite a los políticos, corruptos por acción, esclavizar a los ciudadanos.
Gente como usted nos hace ver a los obreros que el cambio es posible, siga así, la admiro.
Gracias por ilustrarnos, anoche tuve la suerte de escucharla en LA SEXTA, y oír a gente como Ud, hace que sigamos creyendo un poquito más, que esto puede cambiar.
Gracias de corazón
Eme Ce Pradas
Hola. Me gustaría comprar el juego de Playtos. ¿Dónde puedo encontrarlo?
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